La historia de amistad entre Alberto Cabanes y Bernardo Cea se forjó en una residencia de mayores de Ciudad Real. Ambos se conocieron gracias a uno de los abuelos de Cabanes, Clemente, que compartía habitación con Bernardo, un carpintero sin descendencia que esperaba las visitas de Alberto con la misma ilusión que si fuese de su propio nieto. La amistad que se forjó aquellos días sigue intacta, pese a que el abuelo de Cabanes ya ha fallecido y una diferencia de casi 60 años los separa. De esta hermandad nació el proyecto de emprendimiento social Adopta un abuelo, que hoy en día conecta a un montón de jóvenes con las personas mayores que viven sus últimos días en soledad.
Cabanes, que este mes ha cumplido los 30, recuerda el momento en el que decidió dejar su trabajo en la famosa consultora de negocios KPMG y confiesa que si lo mira con perspectiva es lógico que la gente que estaba a su alrededor pensase que “se le había ido la olla”. A raíz de coincidir con Bernardo y adoptar a éste como su abuelo, pensó que había mucha más gente en el mundo que necesitaba compañía y decidió dejarlo todo y fundar esta ONG. “El ritmo frenético que vive ahora mismo la sociedad hace que haya muchos mayores solos no solo porque no tengan descendencia, sino también porque a lo mejor sus nietos o sus hijos viven ahora en Francia o Alemania”, afirma.
Después de abandonar su antigua vida, Cabanes confiesa que sintió darse de bruces con el emprendimiento y sufrió muchos problemas de ansiedad. “No sabía lo que se me venía encima. Siempre se habían portado muy bien conmigo, pero no era lo mío. Fue muy duro el comienzo, y hoy en día lo sigue siendo. Cuando eres emprendedor piensas en tirar la toalla todos los días. Perdí mi dinero, estuve muchos meses viajando de Madrid a Ciudad a Real sin casa, pero hoy en día puedo decir que soy emprendedor social y que soy feliz. Fue como salir del armario”, asegura.
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